De quién es nuestro enemigo, o de la deshumanización y el fracaso de la empatía.

Pere Vidal – increiblesostenible.org :
 

En una sociedad donde competir está por encima de cooperar se ve como normal que el adversario, incluso el enemigo, sea alguien a quien vencer o ganar, no alguien con quien dialogar, de quien aprender, a quien cuidar o con quien cooperar.

Los ganadores son los referentes: el ejemplo a seguir; mientras que los perdedores cargan con los estigmas negativos: son aquellos que no lo han hecho bien en el mejor de los casos, o fracasados y hasta malos, en otros.

Este relato no solo nos empuja a ser ganadores, sino que no nos prepara para ser perdedores y, lo que es aún peor, nos invisibiliza el relato del perdedor o enemigo. Tenemos así una incapacidad casi patológica de empatizar con aquellos que consideramos los malos del relato.

 Y no solo eso, sino que confundimos las circunstancias o acciones con el individuo, llevando a lo personal y deshumanizando a aquel que vemos como diferente o enemigo. Todos entendemos que si queremos luchar contra la pobreza, nuestro enemigo no son los pobres, sino los factores que hacen que haya personas que están en la pobreza, igual que en la lucha contra el hambre, nuestros enemigos no son los hambrientos.

De la misma manera, podríamos aplicar esta visión a ideologías, actitudes, acciones, colectivos, o hasta sociedades, culturas o países… Si integramos que nunca nuestros enemigos son las personas, sino las ideas, acciones o actitudes, y entendemos que nuestro mejor aliado es precisamente la persona humana que hay detrás de esa imagen de enemigo, si escuchamos para entender a la otra parte y llegamos a comprender como un humano puede llegar a estar en esa situación, habremos desmontado la imagen de enemigo y estaremos mucho más cerca de sanar el conflicto.

No luchamos contra delincuentes sino contra todo aquello que hace que haya personas que cometen actos delictivos. Del mismo modo, podemos entender que en personas machistas, racistas, fascistas, xenófobas y homófobas, nuestro foco tendría que estar en ayudar a estas personas a salir de estas ideologías que se basan en la negación, denigración o odio hacia el otro. Es tan sencillo (o tan complicado) como cambiar fascista o delincuente por «persona con ideas fascistas» y «persona que hace actos delictivos», y nuestro foco estaría en ayudar a esa persona a salir de esas ideas o actitudes... Lo mismo podemos aplicar a asesinos, abusadores, pederastas y genocidas, aunque si estamos involucrados emocionalmente en los hechos, será mucho más complejo y necesitaremos apoyo, herramientas y empatía primero para poder transitar un camino incómodo y difícil, lleno de compasión, escucha y empatía, donde se reconozcan los daños y se acoja nuestro dolor, para así poder llegar a reconocer la persona que hay detrás de quien generó la herida.

En el imaginario colectivo, tanto narrativo como audiovisual, de occidente, la imagen de enemigo sigue deshumanizada y polarizada a extremos irreales. En películas, historias y narrativas, hay una polarización extrema de buenos/malos, de amigo/enemigo. Los buenos nos representan a «nosotros» y nos identificamos con ellos. De estas personas se nos muestra su humanidad y bondad, tienen familia y son ciudadanos con quienes podemos llegar a identificarnos.

Los malos representan a los «otros», y la trama de la historia los coloca en el lado de los enemigos, aquellos a quienes vencer o eliminar. Estas personas no solo son mostradas como perversas, malévolas y tiranas, carentes de sentimientos y escrúpulos, sino que se los trata como si de objetos prescindibles se tratara. En la ficción lloramos ante el soldado herido compañero de la persona protagonista, pero aplaudimos cuando se ametralla o bombardea a un grupo de personas que están en el lado del enemigo. Pueden ser docenas o centenares, igual que si fueran piedras de un muro, son prescindibles y eliminables. Los enemigos no tienen familia, ni infancia, ni sienten, ni sus vidas tienen valor alguno.

El problema es que esta polarización no se queda en el mundo de la ficción, sino que es una muestra de cómo actuamos y vemos al mundo y a los otros. Para desmontar esa polarización, hemos de ser capaces de ver la maldad en los buenos y la bondad en los malos para llegar, en última instancia, a entender que simplemente todos somos humanos.

El gran (e incómodo) ejercicio de humildad de reconocernos en el lado de los malos y entender cómo los malos se pueden ver en el lado de los buenos es el que nos puede ayudar a desmontar la imagen del enemigo.

Es algo que hacemos los humanos: buscar las noticias o informaciones que confirman aquello que ya pensamos y negar las que lo ponen en duda u opinan lo contrario. Por eso tendemos a consumir los relatos que hacen más malo al enemigo, y no aquellos que lo humanizan y lo asemejan a nosotros. Nos es más sencillo mantenernos en lo que ya pensamos que ponerlo en duda y aceptar la complejidad y la gran escala de grises que es la vida. Es más fácil estar en el Blanco/Negro, en el Bueno/Malo, en el Correcto/Equivocado, negando puntos de vista que ponen en duda el nuestro y dando por cierto aquello que lo refuerza. Es más fácil que aceptar la complejidad de toda situación y reconocer (y respetar) que hay muchas versiones distintas de una realidad y que cada uno tiene la suya.

Es incómodo reconocer que nuestra riqueza o desarrollo está basado en parte en el colonialismo europeo agresor y expoliador. Incómodo y doloroso vernos genocidas en los ahogamientos de inmigrantes en el Mediterráneo. Aun así, podemos ver en nosotros la humanidad subyacente.

Acabar con los conflictos y las injusticias pasa por dejar de ver como enemigas a las personas y empezar a preguntarnos, entender y encarar qué factores han llevado a una persona (o sociedad) a actuar o a pensar así, tanto al otro como a nosotros. Y sobre todo pasa por un trabajo personal, lleno de humildad y compasión, para ver (y respetar) la humanidad en todas las personas, independientemente de su color de piel, procedencia, religión o ideología, sean afines o contrarias a lo que pensamos, sean amigas o enemigas.

Porque nuestro verdadero enemigo es la deshumanización del otro, muy visible en los discursos de odio, pero no tan visible cuando lo aplicamos a los que consideramos enemigos o aquellos que nos caen mal o etiquetamos como malos. La deshumanización del enemigo nos aleja de podernos entender y es una muestra clara que en nuestra sociedad tenemos grandes carencias. Y tal como empezaba, acabo: hablando de perdedores y fracasados. Nuestros fracasos nos indican claramente dónde podemos mejorar. Porque ser incapaz de ver la parte humana en el enemigo muestra el gran fracaso de nuestra empatía.


Autor de l'article: Pere Vidal - increiblesostenible.org

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Pere es activista ambiental y social, y en la actualidad es también concejal de las CUP en Valls, partido anticapitalista y asambleario. En Valls Vox tiene un concejal. Desde enero del 2024 Pere realiza en distintas poblaciones la charla “una mirada al conflicto del oriente próximo desde la empatía y la no violencia”, precedida de un documental sobre objetores israelís. En estas charlas Pere comparte su experiencia en Israel y los territorios ocupados como punto de partida para poner el foco en la insensibilidad de la sociedad europea y occidental ante el sufrimiento humano ajeno, así como el crecimiento del discurso de odio y el racismo y colonialismo aun vivo en nuestra sociedad, invitándonos a deconstruir la imagen de enemigo para abrir las puertas a encontrarnos como humanos.

También realiza talleres donde deconstruir la imagen de enemic invitando a un enfoque más compasivo y empático del otro como base para desactivar conflictos y desmontar prejuicios. Si quereis participar o organizar charlas o talleres, contactad con el autor. 

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