Vamos a la deriva

Vamos a la deriva.

No podemos negar que a nivel tecnológico, la sociedad industrial occidental ha avanzado hasta niveles que hace unos años ni imaginábamos. Nos sentimos y nos autodefinimos como una sociedad avanzada, pero si medimos nuestra sociedad por cómo cuidamos a los débiles o desfavorecidos, o al planeta y los ecosistemas, por cómo acogemos, integramos y aprendemos de otras culturas, por cómo escuchamos la experiencia y sabiduría de la gente mayor, si lo medimos por cómo nos relacionamos con los vecinos y nuestras habilidades para cooperar en vez de competir, quizás nos encontraríamos con una sorpresa y nos daríamos cuenta de que en muchos aspectos somos una sociedad subdesarrollada y que en estos aspectos , muchos de los que llamamos tercer mundo son mucho más avanzados que nosotros. Incluso en cómo tomamos las decisiones, somos mucho menos avanzados de lo que creemos.

Vivimos en una sociedad donde a la gente le es más fácil imaginar la extinción de la especie humana que imaginar que acabe el capitalismo o que cambie el sistema y la política vuelva a ser un asunto de todos. Una sociedad que se ha centrado en producir, explotar los recursos naturales a un ritmo desenfrenado y que ni se ha parado a pensar a dónde nos lleva esto. Una sociedad donde el dinero y el lucro marcan lo que debe hacerse y el ritmo de nuestras vidas. Parece que hemos perdido el norte y el debate de si tener más, producir más o ganar más nos hace más felices o mejores personas no está ni siquiera sobre la mesa.

El centro de mando de nuestra sociedad son las instituciones públicas y quienes estan al mando son los políticos. Detengámonos a pensar cómo los escogemos, porque ellos deciden el rumbo.

No sólo entiendo sino que comparto el desapego político de la ciudadanía. Si lo pensamos bien, podríamos decir que la política que tenemos se ha vuelto idiota, porque al final, tenemos unos partidos en los que los políticos son profesionales, hacen carrera personal y cada vez más defienden unos intereses privados..

Decía Maria Montessori que si verdaderamente queremos educar para la paz, debemos educar en la cooperación y no en la competición.

Sin embargo, el capitalismo y una sociedad enfocada a la producción y al consumo, han hecho que cada vez las personas seamos menos maduras, críticas y cooperativas. El individualismo y la competición han socavado los valores de cooperación y comunidad que tenemos en nuestra cultura.

Hemos normalizado el individualismo, la lucha y los concursos, promoviendo los ejemplos de los vencedores y olvidando a los que pierden, que siempre somos muchos más y en la mayoría de los casos hemos trabajado igual o más que los que han vencido.

Hemos normalizado dar votos, dar likes, y que esto defina quién es mejor o quién es más válido. En concursos, referendos, presupuestos participativos o elecciones, el voto es el que decide el resultado y el rumbo a tomar.

Pero preguntémonos en serio:

¿Qué estamos midiendo con los votos? ¿La mejor opción? ¿La más justa? ¿La más viable? ¿La más sabia? ¿La más conciliadora o pacífica o la que respeta los derechos de las personas?

¿Qué influye en el voto? ¿La propaganda? ¿Las promesas? ¿La amistad o pertenencia a un grupo como si de un equipo de fútbol se tratara? ¿La cara bonita de las personas candidatas? ¿Los discursos populistas o simplistas?

Si las personas que votamos no somos maduras, críticas y conscientes, nuestros votos tampoco lo son, llevándonos a una competición en la que medimos quien moviliza a más amigos y simpatizantes, independientemente de si la opción nos lleva a una sociedad peor, donde no encaramos los problemas reales, y donde incluso vamos hacia el odio al diferente, la destrucción del territorio y la contaminación y aniquilación de la vida.

Mirándolo desde la distancia, sí, hace estremecer: vamos a la deriva.

 

Pere Vidal - increiblesostenible.org

regidor de la CUP per l'ajuntament de Valls.


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¿Nos hemos vuelto idiotas?

¿Nos hemos vuelto idiotas?

 

Mirad dónde estamos: una sociedad que destruye el planeta donde vive, que deja morir a personas en el mar y otras de hambre y que extingue especies que han tardado milenios en desarrollarse. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Quién toma las decisiones?

Ya los Romanos y Griegos tenían una democracia representativa como tenemos ahora, donde escogían representantes que eran quienes tomaban las decisiones. Parece que poco hemos avanzado en el tema de democracia y seguimos utilizando el mismo sistema que cuando los mensajes se enviaban en papel y una persona subida a caballo tardaba días en hacerlo llegar.

La palabra Política viene del griego Politikos, con raíz Polis que significa Ciudad, y significa lo «de la ciudadanía», lo que tiene que ver con la vida de la ciudad. Por otra parte, en la antigua Grecia, los intereses personales y privados eran llamados idiotikos, así que con el tiempo, las personas que anteponían sus intereses personales a los de ciudad eran llamados idiotikos o idiotas.

No sólo entiendo sino que comparto el desapego político de la ciudadanía. Si lo pensamos bien, podríamos decir que la política que tenemos se ha vuelto idiota, porque al final, tenemos unos partidos en los que los políticos son profesionales, hacen carrera personal y cada vez más defienden unos intereses privados.

Ahora, justo ahora, en un período de crisis, emergencia y colapso, es cuando es más necesario tomar las decisiones acertadas, las más sabias, desde el consenso y desde la participación.

Hay que activar a la gente haciéndola partícipe de la política, desde abajo, desde asambleas semanales, desde la toma de decisiones entre, con y para todos y todas.

La ciudadanía debemos poder participar de las decisiones importantes, no sólo en un 1% del presupuesto en un proceso llamado participativo, compitiendo por unas migajas. ¿Me estais diciendo que sólo podemos participar votando cada cuatro años como ya hacían los Romanos y los Griegos?

Las Candidaturas de Unidad Popular (CU)  venimos de los movimientos sociales que trabajan día a día, somos personas politizadas en el sentido real de la palabra política: del pueblo y para el pueblo. Ya lo decía Bertolt Brecht hace casi un siglo, que el peor analfabeto es el analfabeto político, porque es desde la política que se toman las decisiones que nos afectan a todos. Y este mecanismo de toma de decisiones no puede estar secuestrado en manos de unos pocos a los que votamos cada cuatro años. Debemos madurar este sistema de participación arcaico y rígido, politizar nuestra sociedad y hacer accesible a todo el mundo la oportunidad de hacer frente a esta crisis donde nos ha traído la falta de dirección, ese piloto automático del capitalismo que se guía sólo por el lucro económico .

Las CUP venimos desde abajo, y estamos dentro y fuera para cambiarlo todo, porque no tenemos planeta B, porque cuanto más tiempo sigamos con el mismo sistema, más difícil lo tendremos para salir adelante. Hay que volver a poner la política en manos de la ciudadanía, porque si no, desde una sociedad de idiotas gobernada por idiotas, podemos estar seguros que el colapso está asegurado. Si te apuntas a poner la política allá donde toca y a cambiar el rumbo de una vez por todas, nos vemos el 28 votando, y también en las calles.

Pere Vidal - increiblesostenible.org

Regidor de la CUP en el ayuntamiento de Valls.

 

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La otra violencia vallense

Coche de la policia local de Valls en llamas

Llevamos unos días en los que la violencia y los actos delictivos en Valls son noticia día sí, día también.

El enfoque de seguridad mediante presión policial y cámaras no ha solucionado, como era de prever, unos problemas que vienen de muy atrás, y que deberían haberse enfocado desde en un principio desde la vertiente social y de prevención. Sobre esta violencia ya hay mucha gente hablando de ella, y no es ésta de la que quiero hablar. Yo quiero hablar de la violencia que ejerce la parte de la población que no vive en la pobreza ni necesita ir a servicios sociales para llegar a final de mes. La parte de la población que no vive en la marginalidad y a la que se le supone un nivel cultural o educativo mayor que las personas marginadas.

Me refiero a todas aquellas voces que salen a pedir que no se deje entrar a la ciudad a "estos mierdas", que se haga "limpieza" y que critican el efecto llamada de ayudar a las personas. Esto también es violencia y es igual de reprobable que la otra. Bueno, quizá sea peor porque sale de personas que sí han tenido herramientas y oportunidades para ser mejores personas, y con esta violencia ponen más leña al fuego, más marginalidad y cierran las puertas que deberían estar siempre abiertas, las de la inclusión , la dignidad y las de una salida a las situaciones difíciles que vive la gente con pocos recursos.

Una violencia que alimenta el racismo y la aporofobia y que parte de una ceguera colectiva, porque parece que no vemos, o no queremos ver, lo que tenemos delante.

Que la raíz del problema está en la pobreza y la marginalidad, y en este tipo de delincuencia, quien la ejerce es a la vez víctima y en cómo prevenir a estas víctimas y detener las causas que las empujan a delinquir está la solución real ya largo plazo.

Que no dejar entrar, echar, controlar, vigilar, grabar con cámaras, menospreciar, hacer pasar hambre, degradar o insultar a las personas que se ven empujadas a estas situaciones nunca, repito, nunca, ha sido una solución. Como mucho mueve el problema de un sitio a otro y en muchos casos lo incrementa.

No olvidemos que nadie elige ser pobre o marginado. Son condiciones a las que se ve empujada la gente y que están en la raíz de muchas personas que se ven empujadas a las drogas y a delinquir. Otro tema son los delincuentes con corbata y aquellos que delinquen a pesar de estar integrados. Pero éstos son un tema aparte, y no se ven afectados por la violencia de la que hablo.

De las dos violencias os digo que la que más miedo me da es esta segunda, que nos empuja a una sociedad racista, nada empática, vengativa y donde no se cuidan a las personas sino que se castigan. Una sociedad donde el miedo al otro mueve a la gente a encerrarse, echar, insultar y no ayudar a quien más lo necesita.

manifestacion en Valls

Es justo en estos momentos donde nos toca elegir hacia dónde damos pasos, si caminando hacia una sociedad inclusiva que cuida de todas las personas o una donde cada uno se preocupa sólo de sus problemas y el miedo al otro no nos deja ver el drama humano que hay detrás de cada persona.

Hay que elegir si se ponen recursos en policía o en asistentes sociales, si se ponen en cámaras o en educación, si apostamos por oprimir aún más al oprimido o hacemos un ejercicio nada fácil de ponernos en la piel del otro.

Es fácil ser pacifista en tiempos de paz, ser conciliador cuando no hay conflicto, ser ecologista cuando no debo renunciar a confort, ser feminista cuando no debo renunciar a privilegios. Pero donde demostramos que realmente apostamos por una cultura de paz es cuando en medio del conflicto, en medio de la violencia, decidimos ser no violentos, cuando dejamos de tensar y oprimir y nos ponemos a trabajar para integrar y cuidar a todos.

Detengamos nuestra violencia, no nos dejemos perder en visiones populistas basadas en el miedo. Hay que replantear el modelo de sociedad de raíz, una sociedad capitalista que no cuida a las personas sino al capital, y que está en la raíz de las grandes desigualdades económicas y sociales.

No perdamos de vista que nuestro enemigo no es el delincuente sino la delincuencia, no es el pobre sino la pobreza, y sólo ayudando a la gente a salir de ella podremos decir que vivimos con dignidad y decencia.


Autor del artículo: Pere Vidal - Concejal de la CUP de Valls

Artículo de opinión publicado en distintos medios en el contexto de inseguridad y delincuencia en Valls.

 

Sobre los conflictos armados....

 
Ahora todo el mundo será experto en la situación Rusa y opinará sobre el conflicto, igual que hace dos días todo el mundo era experto en virología.

No está de más recordar que LA PAZ NO ES LA AUSENCIA DE GUERRA, y que es necesario trabajar por la justicia social y el entendimiento entre los pueblos CADA DÍA.

Los conflictos armados son la punta del iceberg y normalmente vienen de lejos.

El presente es el lugar en el que trabajar para evitar las guerras futuras.

Centrémonos en nuestro entorno favoreciendo la inclusión de la gente de otras culturas y desmontamos el discurso de odio de la extrema derecha.

No debemos seguir más el camino del odio, los prejuicios, el racismo y la xenofobia. Debemos sembrar concordia, empatía, entendimiento, respeto y escucha.

Sólo así haremos todo lo que está en nuestras manos para evitar que los conflictos se conviertan en armados.

 

Autor del articulo: Pere Vidal - increiblesostenible.org

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Seguridad, ¿que seguridad?

Ante una situación de inseguridad, es decir, donde peligra nuestra integridad o la de nuestro hogar o pertenencias, es normal que tendamos a pensar en medidas para protegernos. Podemos encontrar todo tipo de sistemas y compañías que nos ofrecen medios tecnológicos para ello. Cámaras, sensores, alarmas, cierres, videovigilancia, ....

Esta seguridad, que podríamos llamar “defensiva”, actúa frenando el problema, pero no ayuda a solucionar su causa. Incluso nos aísla de la raíz del problema, haciendo que sigamos en el día a día sin afrontar la raíz de la falta de seguridad. Además también es individualista, y sólo hace que desplazar el problema a otro sitio.Càmera al carrer de la Cort de Valls

Cuando hablo de "seguridad defensiva" sé de lo que hablo, porque viví un tiempo en Israel, donde el tema de la seguridad está llevado al máximo. En los aeropuertos, en los autobuses, pero también en centros comerciales... Detectores, policías armados, .... Si fuerais a un asentamiento, todavía es más extremo: cámaras, torres de vigilancia, campos de minas y vallas electrificadas, y los que viven van armados. Y sin embargo, no es el lugar donde uno se siente más seguro.

Lo explico porque los elementos de la seguridad defensiva nos dan una falsa tranquilidad, pero nos recuerdan cada día que estamos en peligro, haciendo que vivamos con un miedo interno del que a menudo ni somos conscientes, y las mismas rejas que nos protegen son las que hacen que vivamos encerrados en nuestra propia cárcel, pudiendo continuar el día a día ajenos a la causa real de la inseguridad.

La seguridad real es la de no tener enemigos, y si tienes, el trabajo principal debería ser entender a la otra parte, respetarla e intentar hacer las paces. De un palestino escuché que si lo que se gasta Israel con helicópteros y con la opresión militar se lo gastara en cooperar con ellos, la situación sería muy distinta...

Ante la inseguridad, si lo que priorizamos es analizar la raíz y la causa de la inseguridad y lo trabajamos, estaremos caminando hacia una seguridad que yo llamo seguridad empática. En ésta no nos quedamos sólo con nuestro problema de inseguridad sino que intentamos entender el problema de las personas que nos causan la inseguridad, y tratamos de solucionarlo por todos. Por eso esta seguridad es más real ya que vamos a solucionar las causas de raíz.

Parte del problema es también la dicotomía a que todo se reduce. Buenos y malos, agresor y víctima. En las películas hay unos malos, muy malos a los que vencer o cerrar entre rejas. La realidad es diferente, todos somos personas, y el agresor muchas veces es víctima a la vez. Ni los buenos son tan buenos ni los malos tan malos. Con demasiada frecuencia alguien que delinque es una persona que tiene problemas y al que hay que ayudar.

La seguridad que yo quiero es la de saber que vivo en una ciudad que se preocupa por todas las personas, sobre todo por las más vulnerables, no una que estigmatiza y margina a aquellas que han caído en un pozo o pasan por dificultades.

No quiero vivir entre rejas y con una puerta con tres cerraduras. La seguridad que yo quiero no es la de tener un buen candado para atar la bicicleta sino tener la seguridad de que la puedo dejar sin atar y no pasa nada, un entorno seguro que se consigue cuidando a las personas, no poniendo rejas y cámaras.


Autor del articulo: Pere Vidal - Regidor de la CUP de Valls